La economía sigue mejorando en España, pero en este momento las tiendas de muebles pueden estar percibiendo uno de esos parones que después de lo que se ha recorrido en los últimos años, le mete a uno el susto en el cuerpo irremediablemente.
Todos los indicadores señalan tendencia favorable para nuestro comercio, la venta de viviendas, el precio de la vivienda, el empleo, el turismo, la explotación de viviendas de alquiler turístico etc. Pero uno habla con muchos operadores de este sector y resulta que este trimestre parece haber caído un jarro de agua fría inesperado, que quizá por eso se hace menos llevadero.
Vaya por delante que en mi opinión no hay que alarmarse tan pronto, creo que el año no terminará mal, viendo los indicadores económicos, eso no debería suceder. El evento más interesante que tenemos por delante es la Feria en Valencia, que ya es un sorprendente éxito de exposicitores y será sin duda un punto de encuentro de todos, pero sobre todo de los que piensan en positivo.
Dicho lo anterior, también me parece razonable pensar que se confirma un mal sistémico del formato tradicional de comercio de mueble. Que el año no acabe mal del todo, no impide que analicemos seriamente por qué razones no se percibe una sincronización coherente entre fenómenos tan unidos en otra época como el de la venta de vivienda y la de muebles en tienda tradicional.
Obviamente aún no tenemos datos de ventas totales de 2017, pero estoy seguro de que a su conclusión, habrá crecido mucho la venta de tablero en España, y la cifra de negocio global de equipamiento del hogar subirá también significativamente.
Este fenómeno de crecimiento del negocio al tiempo que el sector tradicional sigue adelgazando, no es otra cosa que el cambio en la estructura socio económica (Clase media empobrecida / Paro juvenil), la transformación espectacular del patrón de consumidor (Internet, multinacionales Discount, venta entre particulares…), y las nuevas prioridades y necesidades en el equipamiento de hogar, como el gusto por la decoración más perecedera, o el eclecticismo de los amueblamientos y la reducción mobiliario que se percibe como necesario.
Todos estos cambios no son el problema en sí mismos, pues como digo, es seguro que veremos cifras positivas de consumo en los hogares. El problema real es que algunos de estos cambios ya consolidados se dan de bruces con el modelo tradicional de comercio especializado, y la capacidad o la voluntad de transformación de la mayoría del tejido empresarial afectado es insuficiente (comercio y fabricante). Esta transformación del mercado suele beneficiar a las gigantes multinacionales y a nuevas fórmulas muy audaces y flexibles en su estructura.
Existen algunas claves para ir buscando un hueco en el que reinventarse y crecer, pero quizá la más importante es la de habituar la empresa a un cambio permanente con la máxima orientación al público, algo muy difícil de predicar en la micro empresa familiar, pero no imposible. Lo cierto es que cuento entre mis conocidos con honrosos ejemplos de reacción que están obteniendo ya, no sin esfuerzo y sufrimiento, esos primeros resultados de los que no puedo alegrarme más. Ejemplos de que hay que explorar nuevas fuentes de ingreso y de captación de clientes dentro y fuera de la tienda, o de que una fábrica no puede mirar su ombligo como principal referencia, de que la tecnología o la comunicación son esenciales en cualquier plan viable, y que si se pone lo que hay que poner, se puede seguir adelante en un sector que sin duda vuelve a crecer, aunque no lo hace por los caminos de siempre.
Y si hay o no hay parón, imagino que no todos lo sufren, pero parece que el río suena porque lleva agua. Como he dicho, creo que al final no será un año nefasto ni mucho menos, aunque es importante recordar aquella frase… «Estamos todos bajo la misma tormenta, pero no en el mismo barco»